domingo, 6 de febrero de 2011

Erase una vez

¡Buenas noches, Bihotzak!¡Buenas noches, mi íntimo confidente!
Erase una vez... Una introducción muy conocida por todos, que aprendimos de niños y que nunca olvidamos. Preludio de momentos mágicos narrados por una voz suave, cariñosa, que adoptaba diversos tonos y matices para encarnar a los personajes, nos llevaba a un mundo de fantasía que nos provocaba sentimientos de asombro, de risa, de miedo, de magia, de curiosidad. Ahora echando la vista atrás, nos acordamos de aquellos momentos y nos recuerda la inocencia que teníamos, llenándonos de ternura y melancolía.
Luego al crecer arrinconamos aquellos momentos. Olvidamos los sueños que teníamos y nos convertimos en personas adultas, algunos y algunas se quedaron anclados en la adolescencia y aún siguen allí, intentando salir adelante y dejando atrás esa niñez en la que todos nos parecía fascinante, divertido y emocionante. También teníamos nuestros miedos y nuestras preocupaciones.
De niñas y adolescentes teníamos sueños, ilusiones y objetivos que alcanzar, que no creo que sean tan diferentes de los que tienen los niños, niñas y adolescentes de hoy en día.  Soñábamos con un futuro prometedor, un buen trabajo que nos permitiera ganar dinero e independencia, una casa estupenda, un marido o una mujer guap@, elegante, simpátic@ y unos niñ@s con los que fundar una familia.
En algunos casos se cumplió esos sueños y esperanzas, en otros no se cumplieron o quedaron a medias y en otros ni se llegaron a iniciar.
Pero, en cambio, se dieron otros sueños y objetivos diferentes. Lo importante es que casi todos aprendimos a  soñar, a intentar cumplir los sueños y las fantasías y si eso no es posible creamos otras que reemplacen las anteriores y nos den un sentido a la vida. Eso es lo bonito de la vida, intentar cumplir los sueños y no dejarse vencer por las circuntancias ni las derrotas. Aprender de nuestros fracasos para que no se repitan y disfutar de las victorias, alegrarnos por nuestros logros y seguir adelante. Y ante todo debemos aprender a querernos y a valorarnos a nosotr@s mism@s porque la autoestima, el respeto por nuestros propios logros y el aceptarnos es lo que nos proporciona el valor, el ánimo y el coraje para conseguir lo que queremos y enfrertanos a nuestros miedos y debilidades.
Y eso lo aprendimos gracias a nuestros padres, abuelos, hermanos y a los cuentos que nos contaban cuando eramos niños. Esa fue la base de nuestra vida y el sostén durante todos estos años, el apoyo y el cariño, la raíz de nuestra vida.

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